Soy una mansión. Por fuera estoy pintada de dos colores: soy mitad rosa, mitad azul.
Tengo muchas habitaciones, escaleras y plantas.
Me creó mi dueño, mi dueño japonés, así que soy de Japón. He llegado hasta aquí porque me han construido aquí, en medio de un descampado, pero estoy cerca del mar, así que tengo unas vistas maravillosas. Me gusta todo lo que tengo, mis colores me agradan, las mesas, las sillas, la cocina, el salón, sobre todo las cortinas: son mis mejores vestidos.
Me han usado muchas personas porque, después de la guerra, fui abandonada, así que empezaron a salirme grietas, y en poco tiempo me hice mayor. Entraron personas que me terminaron de destrozar, porque me rompían cosas.
Al cabo del tiempo entraron en mí mis nuevos dueños. estos realmente no me querían. Sin embargo, los que vinieron después sí, hasta el punto de que me llevaron a Rusia con ellos; me querían, me decían muchas cosas bonitas, me cuidaban.
Mis dueños se conocieron dentro de mí, pero cunado la compraron ya existían fantasmas dentro. Cuando lo advirtieron, me dejaron de nuevo, hasta que , después de cinco años, me vendieron y me compraron dos ancianos, pero la señora no me cuidaba bien. Se pasaban el día discutiendo y rompían los muebles.
Pero un buen día, Antonio conoció a otra señora llamada María. Esta sí me quería y me cuidaba bien. Tuvieron un hijo, así que nos convertimos en abuelos.
Nerea Hormigo
UNA PELOTA JUGADORA
Soy una pelota de tenis. Mido 7 centímetros de diámetro, soy naranja y verde, y tengo tres líneas de color azul.
Me crearon unos príncipes de África, así que vengo de allí. Desafortunadamente me perdieron en un avión rumbo a Europa. Un niño de cinco años se sentó encima de mí, me sintió al momento, se levantó rápidamente del asiento, me metió en su mochila y me secuestró. Con el tiempo nos hicimos buenos amigos, y me llevaba a todas partes con él.
Durante una excursión a la montaña, me sacó de la mochila y pude ver aquel espectacular paisaje. Me empezó a contar que aquel lugar donde estábamos era Santacoloma, un pueblo de Barcelona en el que todo son cuestas.
Mi amigo se llama Didac, tiene 16 años y sus padres están separados. En cuanto se dio cuenta de que yo podía hablar, no paró de contarme cosas, estuvimos día y noche hablando sobre cómo llegué a ese avión. También se dio cuenta de que podía transformarme en cualquier cosa o persona. Yo tampoco lo sabía, lo descubrimos juntos.
Pasaron varios días y pensamos en la manera de viajar a Japón.Allí podríamos vivir grandes aventuras. Desde entonces, jugábamos a diario juntos y no nos separamos. Vivimos felices y contentos.